Mitología griega dulce

02.01.2018

Musa

Un historia original de Donjuanes

Aquella mañana, las nueve hijas de Zeus y Mnemósine, Calíope, Clío, Erato, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania, se reunieron en la ladera este del Jardín de las Hespérides. La brisa movía sus cabellos y sus vestidos de gasa se ajustaban a sus pieles finas, como de porcelana... Cada una de aquellas jóvenes, engendradas, según contaban, en nueve noches consecutivas, pidieron audiencia a su padre, pues había llegado a sus oídos la celebración de una fiesta terrenal que los mortales festejaban cada 31 de último mes del año. 


Ellas, acostumbradas a inspirar las artes, ciencias y música, y a revolotear entre los humanos de vez en vez para dotarles de la creatividad divina, quisieron por una vez emularlos bailando al son de las canciones que ellas mismas incitaban, alrededor de las fuentes que por ellas habían sido creadas y recitando los versos que los grandes poetas escribieron aprovechando sus efímeras presencias...

Zeus aceptó aquella mundana petición de sus nueve pequeñas, y por una vez el Olimpo celebró el fin del ciclo anual y cientos de bandejas de dulces y golosinas se sirvieron en los jardines de las tres ancestrales musas de Pausanias: Aedea, la musa del canto, Meletea la de la meditación y Mnemea, la de la memoria. Mientras que de las fuentes emanaba rica limonada de la que bebían aves exóticas,las hermosas muchachas danzaron como mujeres terrenales sobre nubes de algodón de azúcar haciendo ramilletes de rosas de regaliz, celebrando por una única vez el cambio de año.

Y Crono, las dejó disfrutar, convirtiendo los segundos en minutos, y los minutos en horas, pensando cuán paradójico resultaba ver celebrar el paso del tiempo a seres inmortales...